23.11.06

Residuos.

Los residuos que deja la vida; que formarán siempre parte de toda la materia, que no se destruirán ni desaparecerán mágica e instantáneamente. Pero no sirven tampoco, no se utilizan; sólo sirven para aumentar la cantidad de basura o para alimentar, tal vez, a alguna bacteria caprichosa.
Los residuos físicos se asemejan entonces a los sentimentales. Pierden utilidad ciertos recuerdos, pero no los puedes alejar de tu lado nunca más. No se destruirán ni desaparecerán mágica e instantáneamente. Aunque ya no sirvan para nada en mi memoria, aunque ahora sólo existan para torturarme y para alimentar mis caprichosas pesadillas.
Residuos inconclusos, residuos de finales amargos, residuos de días felices que no volverán. Miles de residuos.
Y de la foto. La tomé en una fecha muy reciente pero el computador me dice que es del año dos mil cuatro. Jamás, así que tendré que creerle a la clasificación que siempre les doy al guardarlas; inexacta, la mayoría de las veces, pero al menos cercana.
Azul; no me gusta el azul pero éste tiene su encanto. Es definido. No como esos azules oscuros, oscuros que no tienen mucha gracia. Es como el azul de mi pijama que, sin ser claro, me da indicios del cristalino celeste. No sé, es un azul especial. Aunque por ningún motivo cualquier tonalidad de azul es mi favorita. No me gusta el azul en general.
Residuos en la foto, residuos que no miramos ni buscamos. Residuos pequeños que sólo existen.
Y todo esto puedo decir por ahora. Debo estudiar.
Fechada, según mi clasificación por esta vez, pero también muy poco confiable, el veinticinco de agosto de dos mil seis.

9.11.06

Mi facultad.

La fuente de todos mis pesares.
Aunque ni tanto. En general me da más pesar caminar hasta los cubos, pero ellos no son la "fuente" de los pesares. Es más bien el sistema en general. Nos acorralan con certámenes, nos torturan con tareas extensas, nos agobian con muchísimas responsabilidades. Desde los certámenes al maldito portafolio de evolución. Y ese portafolio si que es un invento digno de un extenso análisis. Pero no hecho por mí, obvio, yo lo odio.
Foto extrañamente nítida y por lo tanto misteriosamente encantadora. No sé si sería porque el letrero justo estaba limpio por alguna lluvia pasada o porque la cámara se portó extrañamente bien. Cómo sea, me gusta ésta foto. Dice todo lo que debe decir y punto.
Tomada según mi computador el diecinueve de mayo de dos mil seis. Nuevita.

1.11.06

Rosa blanca.

Cultivo una rosa blanca, dijo Martí.
Y ahora me vengo a dar cuenta de que tengo una irresistible debilidad por las flores blancas. Así, de improviso; se me aparecen en variadas formas y tamaños. Y todas me gustan. Habiendo antes odiado la claridad, ahora la añoro y la recibo por completo entre mis sentimientos. Porque una flor es un sentimiento que se expresa en recuerdos mientras nos detenemos a observarlas. Recuerdos de un pasado que añoramos, recuerdos de un día o de dos y también recuerdos que vendrán. Construimos historias sobre las flores mientras las contemplamos. Y ellas son para eso: para que nos detengamos a evocar otros momentos, otros sentimientos, con la mirada perdida entre sus pétalos.
Y ni siquiera sé qué tan cierto es todo lo que digo. Puede que esté delirando, como ahora me dió por estar enferma.
Particularmente me gustaba mucho esta foto. Muchísimo, estaba entre mis predilectas. Pero la puse de fondo de pantalla y entonces la observé con demasiado detenimiento. Aún me gusta, pero es como cuando uno escucha por demasiado tiempo una misma canción: me cansa.
Pero no hay sólo que descalificar. Reconozco que no tomé esta foto con demasiada certeza de querer hacerlo o con demasiada esperanza de que fuera buena. La verdad es que sólo la tomé, sin darle importancia. Me dió por fotografiar las flores de mi casa y ésta era una de ellas. Pero luego me gustó tanto: la luz, la sombra, el blanco como de nieve, pero aún más blanco que la nieve... finalmente uno de los caramelos más dulces de mi repertorio. Desde mi punto de vista, obviamente.
Y sólo eso diré, porque este análisis tan profundo me está haciendo pensar que bordeo en lo ridículo... y no quiero eso por ahora.
Inmortalizada, poco confiablemente, el cinco de diciembre de dos mil cuatro.